miércoles, 13 de marzo de 2013

CAPÍTULO 6.

6 Carta de Jeremías a los desterrados, conducidos a Babilonia por el rey de Babilonia, en la cual les comunica lo que Dios le ha encargado.
            1Por vuestros pecados contra Dios os conducirá desterrados a Babilonia Nabucodonosor de Babilonia. 2Llegados a Babilonia, pasaréis allí mucho tiempo, largos años, unas siete generaciones. Después os sacaré de allí en paz. 3Durante ese tiempo veréis en Babilonia, llevados a hombros, dioses de plata, oro y madera, que infunden temor a los gentiles. 4¡Cuidado! No os asimiléis a los extranjeros, no os dejéis dominar del temor. 5Cuando veáis delante y detrás de ellos multitudes que los adoran, decid internamente: "A ti, Señor, se debe la adoración", 6pues está con vosotros mi ángel, que sondea las conciencias.
           7Los ídolos tienen una lengua modelada por el escultor, están recubiertos de oro y plata, pero son falsos e incapaces de hablar. 8Como se hace con una doncella aficionada a las joyas, toman oro y tejen coronas para sus dioses. 9Pero los sacerdotes sustraen a dioses oro y plata para sus usos personales, y llegan a dar parte de ello a rameras de burdel. 10A sus dioses de plata y oro y madera los adornan con vestidos como a hombres, 11pero no se libran del orín y la carcoma. Les ponen mantos de púrpura, y tienen que limpiarles la cara del polvo del templo que se les acumula encima. 12Empuñan un cetro como juez comarcal, pero no puede matar con él a quien lo ofende. 13Empuña en la diestra un puñal y un hacha, que no los librarán en la guerra ni de los bandidos. 14De donde se sigue que no son dioses y que no debéis temerlos.
          15Como un cacharro roto que ya no sirve son los dioses que entronizan en sus hornacinas. 16Tienen los ojos llenos del polvo que levantan los que entran. 17Sus atrios están cercados, como se cierra la celda de un reo de lesa majestad, en capilla para ser ejecutado, así los sacerdotes aseguran a los templos con portones y barras y cerrojos, para que no les roben los ladrones. 18Les encienden más candiles que a sí mismos, aunque los dioses no pueden ver ninguno. 19Son como las vigas de las casas, que, según dicen, los gusanos las roen por dentro, y devorados con sus vestidos, no lo sienten. 20Sobre sus cuerpos y cabezas revolotean lechuzas, golondrinas y otros pájaros, y saltan los gatos. 22Por donde conoceréis que no son dioses y que no debéis temerlos.
          23El oro que los recubre y adorna no brilla si no se limpian la pátina. Cuando los fundían no lo sentían. 24Se compran a cualquier precio, aunque no tienen vida. 25Llevados a hombos -porque no tienen pies-, demuestran a la gente que no valen nada; y hasta sus servidores quedan corridos, pues tienen que sujetarlos, no se vayan a caer; 26si los colocan derechos, no pueden moverse; si se inclinan, no se ponen derechos, y reciben como muertos los dones que les ofrecen. 27Los sacerdotes venden las víctimas de sus sacrificios para aprovecharse, y lomismo sus mujeres las sazonan, sin dar a pobres y necesitados. Esos sacrificios los tocan mujeres paridas o en sus reglas. 28Por tanto, sabiendo que no son dioses, no les tengáis miedo.
           29Entonces, ¿por qué se llaman dioses? Las mujeres llevan ofrendas a dioses de plata, oro y madera. 30En sus templos los sacerdotes guían carros con las túnicas rasgadas, la cabeza y la barba afeitadas, la cabeza descubierta, 31lanzan aullidos ante sus dioses, como se hace en un banquete fúnebre. 32Los sacerdotes les sustraen vestidos para vestir a sus mujeres e hijos. 33Reciban bienes o males, no pueden reclamarlos. No pueden nombrar ni destituir reyes. 34Tampoco pueden dar riquezas ni dinero. Si uno les hace una promesa y no la cumple, no pueden vengarse. 35No arrancan al hombre de la muerte ni libran al débil del poderoso. 36No devuelven la vista al ciego ni libran al hombre del peligro. 37No se apiadan de las viudas ni socorren a los huérfanos. 38Son como piedras del monte esos seres de madera, dorados y plateados. 39Sus servidores quedarán defraudados. Entonces, ¿cómo es posible creerlos o llamarlos dioses?
            40Más aún, los mismos caldeos los deshonran, pues viendo que un mudo no habla, se lo llevan a Bel y le piden que le dé el habla, como si pudiera escuchar. 41Pero ellos no son capaces de discurrir y abandonarlos, viendo que no sienten. 42Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan en las calles y queman como incienso salvado. 43Cuando una de ellas, agarrada por algún transeúnte, se acuesta, se burla de la vecina que no ha tenido el mismo éxito ni le han cortado las cuerdas.
            44Todo lo que hacen con ellos es falso. Encontes, ¿cómo es posible creerlos o llamarlos dioses? 45Están fabricados por escultores y orfebres, y son los que quieren sus autores. 46Los que lo fabrican no viven mucho años, ¿qué será, pues, de sus fabricaciones? 47Legan a los sucesores engaños e infamias. 48Pues si sobreviene una guerra o una desgracia, los sacerdotes deliberan dónde esconderse con ellos. 49¿Cómo no comprenden que no son dioses cuando no pueden salvarse en la guerra o en la desgracia? 50Siendo de madera, dorados y plateados, es evidente que son falsos; quedará patente a reyes y pueblos que no son dioses, sino manufactura humana, y no realizan ninguna acción divina. 51¿Quién no ve que no son dioses?
          52No nombran reyes de un país ni dan la lluvia a los hombres; 53no pueden juzgar sus causas ni vindicar sus injurias, porque son impotentes. Son como cuervos que vuelan entre cielo y tierra. 54Si se produce un incendio en el templo de esos dioses de madera, dorados y plateados, sus sacerdotes escapan para ponerse a salvo, y ellos se queman como las vigas del templo. 55No pueden resistir ni al rey ni a los enemigos. 56Pues ¿cómo se puede aceptar o creer que sean dioses?
          57Esos dioses de madera, dorados y plateados, no se libran de ladrones ni de bandidos; éstos los pueden, les quitan el oro, laplata y los vestidos, se los llevan y los ídolos no pueden defenderse. 58Por tanto, más que esos dioses vale un rey que hace alarde de su valor o una servicial vasija doméstica que utiliza su propietario. Más vale puerta de casa que protege a los inquilinos que los dioses falsos. Más vale columna de madera en un palacio que los dioses falsos.
         59El sol, la luna y las estrellas brillan y obedecen cuando les encargan sus tareas. 60Cuando aparece el rayo, es bien visible. El viento mismo sopla en cualquier región. 61Las nubes obedecen en seguida cuando Dios las despacha por todo el mundo habitado. 62El rayo, cuando lo despachan desde arriba a consumir montes y selvas, lo hace al punto. Los ídolos no se les puede comparar ni en figura ni en poder. 63Por tanto, ¿cómo es posible creerlos o llamarlos dioses? Pues no pueden hacer justicia ni favorecer a los hombres. 64Por tanto, sabiendo que no son dioses, no les tengáis miedo.
         65No pueden maldecir ni bendecir a los reyes. 66No pueden mostrar a los pueblos signos celestes, no iluminan como el sol ni brillan como la luna. 67Valen más las fieras, que saben defenderse refugiándose en sus guaridas. 68Ningún argumento prueba que sean dioses; por tanto, no los temáis.
         69Son como espantapájaros inútiles en un melonar esos dioses de madera, dorados y plateados. 70Son como espinos en un huerto, donde se posa cualquier pájaro; son como un muerto echado a las tinieblas esos dioses de madera, dorados y plateados. 71Por la púrpura y el lino que decaen encima de ellos conoceréis que no son dioses. Terminan carcomidos y son el oprobio del país. 72En conclusión: vale más el hombre honrado que no tiene ídolos, pues no le alcanzará su oprobio.

6,1. Jr 10-16; 29.

6,2. Jeremías señalaba setenta años (Jr 25,12); siete generaciones es un tiempo indefinido; Babilonia representa la era de la opresión.

6,3-4. Parece pensar en la intimidación que envilece, no en el temor numinoso que ennoblece. Miedos que el hombre inventa e impone.

6,5-6. "Internamente": basta la actitud y la confesión mental; nada de violencia ni proclamaciones peligrosas, provocativas.

6,7. Según Sal 115,5.

6,8. Alimentan con artificios extrínsecos la vanidad y el exhibicionismo.

6,10. Aunque el término griego para "burdel" no tiene connotación sacra, es posible que el autor, en su afán polémico, califique de meretricio la prostitución sacra.

6,12-13. Atributos emblemáticos de diversas divinidades.

6,15. En términos de utilidad para el hombre artesano, los ídolos son instrumentos inservibles e inútiles.

6,17. Guardamos lo precioso y también lo peligroso. Los ídolos pertenecen a la segunda categoría, de ladrones encarcelados.

6,19. El poder destructivo minúsculo se insinúa y corroe desde dentro. También la sátira del autor es corrosiva, no violenta.

6,21. Compárese con los serafines de Is 6.

6,25. Según Is 46,6.

6,26. Véase Sal 115,7; Is 46,7.

6,27-28. Según la mentalidad judía, éste es un grave proceso de profanación (cfr. Lv 6-7). Sus sacerdotes negocían execrando lo sacro.

6,29-33. Sigue la comedia de dones y robos. Los objetos valiosos cambian de dueño por mediación de los ídolos y sus sacerdotes. Los ídolos se convierten en piezas de un tráfico devotamente legalizado.

6,30-31. Recuerda a los sacerdotes de Baal de 1 Re 18.

6,34-37. Serie negativa en que se van negando a los ídolos algunos predicados tradicionales del Señor. 33b: 1 Sam 2,8; Job 12,18; 1 Re 19.34; Dt 23,21; 35a: Sal 9,14; 33,19; 56,14; 35b: Sal 18,28; 35,10; 140,13; 36a: Is 29,18; 35,5; 36b: Sal 25,22; 34,7.18; 54,9; 37: Sal 68,6; 146,9. En resumen, un antihimno disparado contra los ídolos.

6,37. Hab 2,19.

6,40-41. Implica el grave asunto de la oración. Un mudo que intenta hablar a un sordo es la plegaria dirigida a los ídolos; sus sacerdotes son mediadores del absurdo. Is 35,6; 44,20.

6,42-43. Parece tratarse de un rito de prostitución sacra, o de un voto de ofrecerse una vez en el templo de la diosa. El colmo de la depravación es que la mujer se ufana de haber sido violada.

6,45-47. El hombre lega a su hijo el nombre y algo de su propia vida; el escultor muere y ha legado forma, apariencia, no vida. Lega un fraude.

6,48-49. Era costumbre de reyes y emperadores atribuir sus victorias a la divinidad tutelar. La consecuencia era que también las derrotas afectaban a los dioses, y llevarse la estatua del dios enemigo era signo de conquista.

6,50-51. Véase Is 41,23; 43,13.

6,57. Los ídolos polarizan un movimiento alternante: atraen las ofrendas de los devotos y la codicia de los ladrones.

6,58. Sobre el valor utilitario de los ídolos, comparado con el rey en la política, puertas y columnas en la casa.

6,59-64. Astros y meteoros son criaturas controladas por su Creador; el cual les asigna sus funciones y ellos las cumplen fielmente. Si ellos no son dioses, cuánto menos los ídolos.

6,59. Eclo 39,16-35.

6,69-70. En tres pasos llega el autor al colmo: no lo inerte, sino lo muerto es el reino de los ídolos. Dioses que un día recibieron veneración y han muerto (Sal 82), dioses que contaminan y profanan, diametralmente opuestos al Dios vivo.

6,70. Sal 82.

6,71-72. La decadencia física de los ídolos simboliza su decadencia en la veneración. Primero el vestido que tapa, después la corrupción que se les mete dentro, al final son oprobio y fracaso. No así el hombre honrado (Sal 1); cualquiera, no sólo el judío.

INTRODUCCIÓN.

           Tomando pie de las cartas de Jeremías a los desterrados (Jr 29), un autor anónimo de la diáspora compuso esta breve sátira contra la idolatría, basada en Jr 10,1-16 y en textos polémicos de Isaís II. La carta parece dirigida a hombres de su misma fe y de poca cultura. El autor simplifica el hecho de la idolatría, acumula fáciles rasgos burlescos, no profundiza. Un pagano culto podría contestar y aun rebatir algunos de sus argumentos. La carta no se puede comparar con los análisis de Sab 13-15; está más cerca de los relatos burlescos de Dn 14.

            Tampoco se ha lucido el autor en la composición y el estilo. Los temas se repiten y se interrumpen; los datos clásicos (Sal 115) están salteados y diluidos. Casi el único principio formal es una especie de estribillo que, después de la introducción (1-6), divide la carta en diez secciones. Aunque el griego es rico y correcto, se piensa con probabilidad que el original era hebreo. En diversas traducciones figura esta carta como capítulo 6 de Baruc.